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Editorial

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sábado, 6 de febrero de 2010

La dama del Parián - Leyenda de Aguascalientes



Corrían los últimos años del siglo XIX, era la década de 1880 y El Parián como el centro comercial y social en la ciudad de Aguascalientes había llegado a su completa consolidación. Nació poco antes de 1830, tenía más de medio siglo de existencia y bajo sus portales deambulaba toda la sociedad aguascalentense desde el varillero comerciante transitorio y modesto, hasta los grandes capitalistas de la región y las firmas comerciales extranjeras, lo que demostraban solidez económica y prestigio del centro comercial. Desde su origen hasta el momento actual, no se puede hablar de la ciudad de Aguascalientes, sin mencionar El Parián que está ligado íntimamente a su historia y vida de sus habitantes y siempre se ha dicho que es el centro natural de reunión social de la población de la ciudad, desde niños que se recrean contemplando y comprando juguetes y golosinas, jóvenes de ambos sexos se entrevistan en sus noviazgos juveniles, personas de todas las edades que se reúnen a platicar, a jugar dados y naipes, a contar las noticias frescas del momento y en fin, a saludar a los amigos y conocidos. Muchas historias de amor han nacido en El Parián, muchas tragedias han tenido en él su desenlace fatal, muchas fortunas se han dilapidado en ese lugar y otras tantas han florecido por el trabajo y la constancia de sus tenedores. Lo cierto es que El Parián para Aguascalientes, es el resumen de sus recuerdos, y la síntesis de sus afectos. Todo lo tiene, ahí se habla de todo y todo se da, hasta la presencia de seres extraterrenos como es el caso de la presente historia.

Fue por eso años de 1880, cuando doña María del ïlar Fonseca, dama de extraordinaria hermosura y noble origen, asistía a oír misa dominical en la Parroquia de la Asunción; en eso se acercó a su banquillo un simpático y apuesto caballero de nombre don Filiberto de la Vega, descendiente de acomodada familia de comerciantes, quien discretamente le entregó una flor de clavel diciéndole: “Nos vemos esta tarde en El Parián”.

Por esa época, El Parián era el centro social de congregación de la comunidad principalmente de las jóvenes y damas casaderas, quienes en paseo vespertino, daban vuelta a la manzana del centro comercial, conversando placenteramente bajo sus portales.

El obsequio del clavel tomó por sorpresa a doña María del Pilar que turbada lo recibió y el haberlo tomado en sus manos, ya representaba un compromiso conforme al código que normaba las relaciones sociales de noviazgo en aquella época. La muchacha no sabía qué decir, ni qué pensar y el resto de aquel día representó para ella un dilema difícil de resolver. No se atrevió a comentarlo con nadie, ni siquiera con su dama de compañía. Sentía una sensación inexplicable que no sabía si era gusto o desconfianza. Por fin se llegó la tarde de ese día y con entusiasmo inusitado se dirigió al Parián en donde un apuesto joven de reconocida alta sociedad, don Filiberto de la Vega, salió a su encuentro, obsequiándole otro clave. La muchacha lo recibió con gusto y en agradable plática, dieron dos o tres vueltas al centro comercial, hasta que avanzó el oscurecer y poco antes de que las campanas de la parroquia dieran el toque de oración, los jóvenes se despidieron quedando de formal acuerdo para volverse a ver al siguiente día en El Parián.

Las normas sociales de la época eran tan rígidas que no permitían a la pareja entrevistas a otra hora y en otro lugar que no fueran en El Parián. Así, todas las tardes de muchos días, aquel par de jóvenes enamorados se veían en ese lugar, haciendo que la pasión creciera desbordantemente entre los dos.

Él le ofreció formal matrimonio a la muchacha y ésta lo aceptó, faltando solamente precisar fecha para solicitar su mano y después realizar la boda. En la sociedad de ese tiempo corrían los comentarios del próximo enlace y la novia se sentía halagada al escucharlos. Cuando todo avanzaba en formalidad y preparativos, una de tantas tardes, la muchacha acudió a sus citas cotidianas en los corredores de El Parián y grande fue su sorpresa al advertir que su prometido no había hecho acto de presencia. La novia, no se preocupo al pensar que un asunto de familia, negocio o indisposición personal de última hora le había impedido a Filiberto estar con ella, pero que otro día era seguro que lo haría pidiéndole una disculpa por su falta. Al otro día volvió la muchacha y la ausencia del novio se repitió. Así lo hizo tres, cuatro y cien tardes y don Filiberto de la Vega nunca volvió ni se supo cuál había sido su destino.

Se dijo que en un viaje que realizó a la ciudad de México, la diligencia en que viajaba había sido asaltada por bandoleros y el señor de la Vega había muerto en el asalto. Parece que la realidad fue que su padre lo comprometió en matrimonio con una dama rica de la ciudad de Guanajuato a donde lo trasladó y nunca regresó.

Doña María del Pilar enfermó de desilusión y desengaño. No hubo médico ni curandero que pudiera determinar su mal y encontrar la medicina adecuada para combatirlo. Su mal era incurable, el amor y la pasión que sentía por don Filiberto la consumían irremediablemente. Dicen que diariamente mejoraba un poco por las tardes, entonces tenía ánimo para arreglarse y maquillarse debidamente y salir al Parián, lugar donde tenía la seguridad de un día verse con su amada. El ausente nunca regresó ni se supo nada de su paradero. Doña María del Pilar fue consumida poco a poco por el amor, hasta que terminó con su existencia.

El Parián siguió su vida comercial, dando acogida a todo el que lo visita y dicen los lugareños que, desde que murió doña María del pilar, muchos de los que la conocían la llegaron a reconocer paseando por El Parián con su traje de raso negro con corpiño entallado y falda amplia y larga, botines de tacón, mantilla sevillana negra cubriendo su rostro, un clavel en una mano y un abanico semiabierto en la otra, deambulando con naturalidad y acento juvenil, por lo que es difícil diferenciarla del resto de los concurrentes.

Los años han pasado, el centro comercial ha sido remodelado varias veces para adaptarlo a las exigencias comerciales de cada época. Sin embargo, para fortuna de los aguascalentenses, sigue siendo El Parián y doña María del Pilar todavía lo sigue visitando tarde con tarde, esperando el retorno de su amado.


Manuel Lozoya Cigarroa (comp.) Leyendas del México nuestro, 1ª. parte, Ed. Durango, Durango, México, 1991, pp. 19-21.

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