Por Juan Javier Pineda Tovar
La palabra sustentable lleva varias décadas llamando la atención en varias disciplinas: biología, geografía, antropología, sociólogos, arquitectura e, incluso, los urbanistas, entre otros, las cuales han aportado un marco teórico al significado.
En el año de 1987, la comisión del Medio Ambiente de la ONU expuso un documento titulado Nuestro futuro común, su contenido era una advertencia para la vida humana y el consumo comercial que diariamente llevamos a cabo. Debido a lo anterior y a que se están presentando niveles inaceptables en la degradación ecológica, fue preciso definir lo que implica un desarrollo sustentable, es decir, “aquel que satisface las necesidades actuales, sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.”
¿Qué significa esto? Simplemente que la población se desarrolle a través de las potencialidades ambientales, reconociendo los límites de las mismas y del territorio, promoviendo la relación hombre-naturaleza, pero sin que el entorno natural siga siendo transformado severamente por la acción humana, pues lo único que se consigue es que, al ser el hombre un devorador y consumidor insaciable de su mismo entorno, prevalezca la pobreza de muchos países y la riqueza de otros.
Es por ello que las naciones deben poner mayor atención en la importancia de tener un plan de desarrollo territorial sustentable.
Para lograrlo, los países deben invertir en los Ordenamientos Ecológicos Territoriales —“instrumento político ambiental que regula el uso del suelo y las actividades productivas, con la finalidad de lograr la protección del medio ambiente y la preservación y aprovechamiento sustentable de los recursos naturales, partiendo del análisis de la tendencia del deterioro y las potencialidades de aprovechar los propios recursos”— y con ello tener las áreas potenciales para obtener los recursos de manera eficiente, logrando un aprovechamiento sustentable, es decir, “[la] utilización de los recursos naturales en forma que se respete la integridad funcional y capacidad de carga de los ecosistemas que es el regulador principal de los climas en el planeta tierra”.
Por eso, los gobiernos deben poner más atención en la educación ambiental de su población, sobre todo en las generaciones venideras; crear campañas ambientales donde se den conferencias de la importancia de los ordenamientos ecológicos y los beneficios que trae el tener un desarrollo sustentable por medio de los recursos naturales y así evitar tener que hablar de un desequilibrio ambiental, el cual implica la “alteración de las relaciones interdependientes entre los elementos naturales, que conforman el ambiente, afectando negativamente la existencia, transformación y el desarrollo del hombre”.
Bibliografía:
- Ley general del equilibrio ecológico y la protección al ambiente (LGEEPA), Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).
- http://sepiensa.org.mx/contenidos/cumbre1/cumbre1.htm, la cumbre de la tierra en Río de Janeiro.
domingo, 7 de marzo de 2010
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